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Compartida entre los milmillonarios
Capítulo adicional

Amber
Tres años después

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​

Estaba de pie frente al espejo frunciendo el ceño ante mi reflejo. 
--No me gusta nada de lo que hay en mi armario. 
Owen asomó la cabeza por la esquina del cuarto con una sonrisa juguetona preparada. 
--¿Cómo que tu armario? 
Lo miré con la ceja arqueada. 
--Ya sabes a lo que me refiero. 
--Últimamente ha habido muchos «mi» y «nuestro» en tus frases --dijo como si nada--. Me siento como si fuera la víctima de una adquisición corporativa. 
--¡Tú fuiste quien me dijo que trajera la mitad de mis cosas a tu casa! --le respondí.
Se encogió de hombros con desenfado. 
--Solo digo que es verdad. No está escrito que me vaya a atar a una relación. Tengo muchas opciones, chica. ¡Tantas opciones! 
Le lancé un zapato y le di al botón rojo que había en la pared para activar la seguridad de la habitación. La puerta del armario se cerró y se echaron los cerrojos con fuerza.
--¿Es una sentada? --preguntó a través de la puerta.
Era una broma entre nosotros con la que llevábamos años. Owen no quería nada «oficial» que nos atara, lo que tenía su lógica desde un punto de vista práctico, ya que yo tenía una relación con él, una con Jude y una con Furio a la vez, pero también se daba al hecho de que Owen decía que no creía en el matrimonio. Solía decir que no necesitábamos meter al orden jurídico de por medio. Lo que teníamos era más indestructible que ningún trozo de papel. E incluso después de que hubiera trasladado la mayoría de mis cosas a su apartamento, seguimos con las bromas, pero no me importaba.
--Creo recordar que una vez me encerraste a mí en el armario --dijo Owen.
--Te lo merecías --respondí mientras me quitaba el vestido y pasaba los dedos por la ropa que colgaba de los muebles del armario. Elegí un vestido negro con la espalda de encaje y añadí--: Y sí, ya sé que le dio un susto de muerte a Tux. 
--Déjame entrar --dijo--. Tengo que ponerme los zapatos. 
--¿Te refieres a uno de tus cientos de pares de Air Jordan? --bromeé--. No sé por qué te gustan tanto las zapatillas de deporte. De todas formas, ya están pasadas de moda.
Le oí balbucear. 
--¿Pasadas… pasadas de moda? ¿Lo dices en serio? ¡Son un clásico! Es un look retro, Amber. Nunca pasa de moda. 
Me reí disimuladamente. 
--Ya, vale. 
--Abre. 
--Nop. Tendrás que usar tu IA domótica supermoderna y superguay para entrar aquí. --Sonreí para mí misma--. ¡Qué pena que no te ayude a metérteme en el bolsillo! 
--No creo que vaya a haber ningún problema con eso --respondió. 
Me reí para mí misma. En eso tenía razón. Owen se quedó en silencio y me pregunté qué estaría haciendo en el dormitorio. Entonces, el teléfono me vibró en el bolsillo de los vaqueros que había dejado en el suelo. 
Lo recogí y lo miré: me habían cambiado el fondo. En vez de haber el elegante logotipo de ACS, había una caricatura dibujada a mano del mismísimo Owen March. Alrededor de la imagen había corazones y apuntes como «¡Me muero por él!» y «Owen es un quesito» y «A + O para siempre». Parecía el tipo de cosa que una niña de trece años garabatearía en su diario.
--¿Pero qué coño? 
La puerta se abrió, con lo que Owen la habría desbloqueado manualmente con su teléfono. 
--¿Qué? ¿Te ha salido algo en el teléfono? --Se inclinó para mirar y soltó un resuello--. Ahí va, se parece mucho a mí. Has clavado mi sonrisa encantadora. 
Le di un empujón juguetón. 
--¿En serio has encargado un dibujo tuyo solo para jaquearme el teléfono y ponerlo de fondo? 
Sonrió ampliamente y se apoyó en la pared del armario. 
--Los mejores quinientos dólares que he gastado jamás. Y, sí, el programa de encriptación que descargaste para tu teléfono tiene una puerta trasera y la he aprovechado. 
Solté una palabrota en voz baja. Habíamos continuado con nuestras bromas juguetonas de jaqueos desde que ACS había salido a bolsa y, le hiciera lo que le hiciera yo, Owen siempre me la devolvía. Le encantaba recordarme que no era solo la cara del negocio; aún tenía ciertas habilidades como jáquer. «Ya veremos quién se ríe al final de la noche».
--Este vestido --dijo, tras lo cual me repasó el cuerpo entero con la mirada como si me acariciase con ella--. Sí, este es el definitivo. 
Owen me pasó una mano por la mejilla y la deslizó por mi cuello antes de besarme de repente. Lo que más le excitaba siempre era devolvérmela y yo no iba a quejarme. Los tres años juntos no habían disminuido la profunda e insaciable atracción que sentíamos el uno por el otro. 
Empezaba a preguntarme si querría verme sin el vestido cuando oímos que la puerta principal se cerraba al otro extremo del apartamento. 
--¡Estamos aquí! --grité. 
Al cabo de unos segundos, apareció Jude. Se le iluminaron los ojos y sonrió cuando me vio, lo que siempre ocurría. «Nunca me cansaré de verle así».
--Intento decidir qué voy a llevar esta noche --dije.
--Le he jaqueado el teléfono a Amber --alardeó Owen--. ¿Sabes el algoritmo TrueCrypt? Tiene una puerta trasera. Muy fácil de explotar después de sobornar a los responsables. 
Jude puso los ojos en blanco y entró en el armario. Me dio un beso rápido, su sabor se mezcló con el de Owen en mis labios y me echó un vistazo de arriba abajo.
--Este vestido es perfecto. --Se dio la vuelta y rebuscó algo en mi joyero--. Combínalo con estos pendientes y… esto. Este collar. --Lo sujetó por encima de mi cuello--. Ah, perfecto. Estás mejor que nunca. 
--Vale, olvídate de mi jaqueo --murmuró Owen mientras tomaba un par de zapatillas de deporte y salía del armario.
Me recogí el pelo y me di la vuelta para que Jude me pusiera el collar. 
--Recuerdo cuando yo era la que te daba consejos de moda. 
--Ha pasado mucho tiempo desde entonces. --Cuando me hubo abrochado el collar, me besó la nuca con suavidad--. ¿Estás nerviosa por lo de esta noche? 
--Supongo que sí --dije--. Nunca he dejado una empresa antes. 
--Es fácil, sobre todo cuando lo dejas de buen acuerdo. 
--Me sigue pareciendo como si rompiese con alguien. 
Me volvió a rozar la piel con los labios. 
--Estaremos aquí contigo todo el tiempo. 
Suspiré mientras me abrazaba desde detrás. 
--Y esa es la única razón por la que no estoy atacada de nervios. 
--¿Cuántas listas has hecho desde que decidiste dejarlo? 
--Eh… una. 
Me dio la vuelta para tenerme cara a cara y me clavó los ojos azules desde detrás de las gafas. Me mordí el labio inferior y desvié la mirada.
--Vale, he hecho unas cinco listas cada día. 
--Ya pensaba yo. --Me dio un abrazó, me besó a través de la melena y dijo--: Es un momento emocionante. Da miedo, pero ¿sabes qué? Debería darlo. 
Elegí un par de tacones con la ayuda de Jude y terminé de arreglarme el pelo en el baño. Cuando por fin salí, los dos milmillonarios me esperaban en el salón. Jude estaba muy elegante con su look habitual: una camisa de vestir sin corbata y las mangas subidas que dejaban ver sus antebrazos. Sin embargo, Owen fue quien me sorprendió. Se había puesto un traje de color gris oscuro que se le ajustaba perfectamente a la silueta y llevaba una corbata dorada con un diseño que parecía los circuitos del logo de ACS. En las muñecas le resplandecían unos gemelos dorados a juego. Las Air Jordan de estilo retro eran lo único de su conjunto que era normal.
--Vale, esto debe de ser una broma --dije--, aunque no sé muy bien de qué tipo. 
--Es una gran noche --dijo mientras se metía las manos en los bolsillos--. Una chica a la que conozco va a anunciar que montará su propia empresa. 
La irritación y la vergüenza que había sentido cuando había descubierto que me había jaqueado el teléfono desaparecieron. Owen podía ser dulce y afectuoso, pero rara vez era tan… ¿auténtico? Le di un beso y me regodeé en él.
--Vale, será mejor que nos vayamos --dijo--. Consejera, ciérralo todo hasta que volvamos. 
Hice una mueca de vergüenza. «Mierda». 
La voz que emitió el altavoz no era la de la consejera Troi de Star Trek. Tampoco era mi voz con tono sarcástico que había grabado en la base de datos informática. No, esta vez fue la voz nasal y gritona del asno de Shrek: 
--¡Cerrándolo todo! ¡Hasta prontito, Owen! 
Al oír la voz, Tux saltó del sofá y salió disparado a esconderse en el armario.
Jude se echó a reír tan fuerte que tuvo que taparse la boca con la mano. Owen parpadeó mirando al techo y, luego, clavó los ojos en mí. Le sonreí con timidez.
--Hubo un parche para tu nevera inteligente que me dio acceso --dije con tono de disculpa--. Tienes que actualizarlos, ¿sabes? 
--Consejera, ¿qué hora es? --preguntó Jude entre risas. 
La voz del burro de Shrek volvió a atacar chillona como un látigo:
--¡En este momento son las siete y cincuenta y seis de la hora del pacífico!
Owen me fulminó con la mirada. 
--¿Empezaste tú al jaquearme el teléfono? --dije esperanzada. 
Junto a la puerta, Jude seguía riendo histéricamente. 
Los chicos habían contratado a un chófer privado hacía tiempo, que fue quien nos llevó a Marcello's. Teníamos la azotea reservada para nuestra fiesta, algo de lo que me había asegurado varias semanas antes para que no le usurpáramos el sitio a nadie allí arriba. 
--Ya, vale --me había dicho Owen cuando había hecho la reserva--. Lo último que quiero es que otra mujer tipo Amber Moltisanti me llame «so puto» delante de todo el mundo. 
Cuando nos presentamos en la azotea, ya habían llegado todos los invitados: Dave y Nancy, con su hijo de un año en una mochila portabebés; Will Wuno y Will Crawley; Melinda y su marido Jimmy; y, por supuesto, mi hermana Michelle con su nuevo novio, Alessandro, que había visitado San Francisco con Furio y le había declarado su amor eterno a mi hermana de inmediato.
Furio también estaba allí, como era de esperar, y parecía un príncipe con ropa de negocios. Sujetaba dos copas de vino y me dio una antes de abrazarme.
--Te he echado de menos, amor mío --me dijo al oído. 
Como siempre, su acento tan sexi hizo que me recorriese un escalofrío y que me dieran ganas de que nos dejaran a solas.
--Creía que te pasarías por el apartamento antes.
--Nuestro vuelo se retrasó. Y estaba organizando otras cosas aquí. 
--¿Organizando cosas?
Furio me sonrió de esa manera pícara tan suya e hizo un gesto con la mano. 
--¿Por qué hablamos de tales frivolidades? ¡Vamos! He traído a dos de mis mejores amigos de Italia y deseo más que nada en el mundo que te conozcan. Este es Marco y este hombre tímido es Renzo. 
Les sonreí a los amigos de Furio mientras los conocía. No hablamos mucho, pero algo que enfatizaron fue lo enamorado que Furio estaba de mí. 
--Nunca lo había visto así --dijo Renzo--. Es un hombre cautivado por el amor. 
Me acerqué un poco más a Furio. 
Todo el mundo compartió la comida y la bebida y, al final, llegó la hora de hacer lo que había venido a hacer. Owen apagó la música y les pidió a todos que guardaran silencio. Todas las miradas se fijaron en mí y se me hizo un nudo en la garganta.
--Puede que algunos ya lo sepáis, pero al final de este mes, dejaré ACS --dije. 
Hubo algunos gritos ahogados y miradas de sorpresa. Michelle me levantó el pulgar y me dijo: 
--Te quiero.
Jude, Owen y Furio me dirigieron grandes sonrisas con cariño, apoyo y orgullo. 
--Todo el tiempo que he pasado con la empresa me ha encantado, pero ha crecido tanto que ya no puedo hacer lo que me gusta de verdad --expliqué--. Le he dado muchas vueltas y voy a tomarme algo de tiempo para trabajar en pequeños proyectos propios. 
--¿Te refieres a la nueva criptomoneda que quieres desarrollar? --dijo Nancy.
Di un respingo.
--¿Cómo sabes eso?
--Es el secreto peor guardado en toda la empresa --respondió Melinda--. Todo el mundo sabe que eso es lo que quieres hacer de verdad. Es de lo único que hablas desde que sacaron argocoin 2.0. 
--¡Va a ser lo más! --dijo Will Wuno--. Con tus conocimientos técnicos y sin que te estorben las restricciones de la empresa…
--¡Oye! --exclamó Owen a la defensiva--. ACS es una empresa que cotiza en bolsa. Nos vimos limitados en cuanto a lo que podíamos hacer con argocoin 2.0. Y no deja de ser una criptomoneda increíble.
--Pero hagas lo que hagas, será mejor --dijo Dave mientras se me acercaba y me daba un abrazo--. Te echaremos de menos, pero sabemos que tendrás éxito con tu próximo proyecto. 
Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando todos me felicitaron y me abrazaron. Will Crawley preguntó en broma si iba a desembolsar mi cantidad considerable de opciones de compra de acciones. Michelle se echó a llorar directamente.
--¡Papá estaría tan orgulloso de ti! --dijo, ante lo cual a las dos nos salieron aún más lágrimas.
Furio pidió una ronda de champán. Nos llegaron cinco botellas, pero él se deshizo del camarero e insistió en servirme la copa él mismo. Acepté la mía mientras me secaba el rostro. Entonces, me di cuenta de que todos me estaban mirando. Michelle se había sacado el teléfono del bolsillo y grababa de extranjis. 
«¿Quieren que haga un brindis?». Sin embargo, me fijé en que había algo en el fondo de mi copa. Varios algos brillantes y cubiertos por las burbujas del champán. «¿Es lo que creo que es?».
Vertí el champán sobre la palma de mi mano y dejé que los objetos aterrizaran en ella. Owen hizo una mueca y dijo algo sobre el Dom de veinte mil dólares, pero yo estaba demasiado concentrada en mi mano para entenderlo.
Eran tres anillos de diamantes con bandas de oro amarillo. Solté un grito ahogado y miré a mi alrededor. Todos los invitados sonreían como si ya lo supieran.
--Era el segundo secreto peor guardado en toda la empresa --dijo Melinda. 
--Supe que quería hacer esto en cuanto te vi por primera vez en ACS --dijo Furio mientras tomaba uno de los anillos de mi mano y lo limpiaba con la manga de su traje caro--. En el momento en que dijiste «so puto». Y no, no lo digo solo por bromear. 
--Cuando me llamaste «so puto», lo odié --admitió Owen--. Me llevó mucho más tiempo enamorarme de ti, pero no hice. Y nunca había amado tanto antes. 
--¡Justo antes decías que no querías que te ataran! --dije entre dientes. 
Me empezaron a caer lágrimas nuevas por las mejillas.
--Considéralo mi broma definitiva. --Sonrió--. Has picado del todo, ¿eh? 
Di un salto cuando Jude me puso una mano en el brazo. Tomó su anillo y reflexionó unos segundos. 
--Yo no creo en el destino o, al menos, no creía en él hasta que te encontré. Ni siquiera quería venir a esta azotea aquella noche de hace tantos años, cuando Owen y yo nos reunimos con Furio. Sin embargo, lo hice y te conocí en la barra del bar y toda mi vida… --Se ruborizó mucho, algo por lo que lo amaba--. ¡Mi vida cambió tantísimo por una decisión tan pequeña! Te quiero, Amber Moltisanti, y te amaré para siempre. ¿Quieres casarte conmigo?
--¿Quieres casarte con nosotros? --añadió Owen.
En ese instante, me pasó toda la vida por delante de los ojos. Sin embargo, no vi el pasado, sino el futuro. La vida que podía tener con estos tres hombres increíbles, trabajando y amando y viviendo la vida al máximo. Nunca había imaginado que podría llegar a ser tan feliz y, a veces, me parecía que todo no era más que un sueño del que despertaría en cualquier momento. Pero me ofrecían la oportunidad de convertirlo en algo permanente. Que esa maravilla durase el resto de nuestras vidas. 
Entonces, empecé a elaborar una lista mental.


Razones por las que casarme con ellos:
1. Todo.


Razones por las que NO casarme con ellos: 
1. Ninguna. 


--¡Oye! --exclamó Owen--. ¡Ni se te ocurra hacer una lista ahora mismo! 
--¡Es que me puede! --dije--. Es lo que hago cuando estoy estresada y, ahora mismo, ¡me da que el corazón se me va a salir del pecho! 
--¿En serio? --preguntó Jude--. ¿Estás haciendo una lista para decidir qué vas a hacer?
Le besé y le dije: 
--Ha sido la lista más fácil que he hecho en la vida. 
Les tendí la mano y los tres hombres me colocaron los anillos en el dedo, tras lo cual todos los presentes nos vitorearon, lloraron y nos abrazaron. 

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